La realidad es que las mayoría de las mujeres no quieren que se les haga una cesárea. Sueñan con un parto sin mucho dolor, más o menos rápido y con un final feliz. A veces, a pesar del intento, no se logra el objetivo principal, pero ello no es óbice para que la experiencia no pueda resultar positiva.
Las cesáreas y los partos instrumentados son habituales en nuestro entorno sanitario, pero no por ello hemos de dejar a las mujeres "solas ante el peligro". Si las matronas permanecemos junto a ellas y a sus familias, hacemos nuestro papel de mediadoras, informadoras y acompañantes, desde la profesionalidad, el respeto y el cariño, puede resultar una experiencia positiva.
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