Cuentan las matronas del lugar que un día, de hace ya varios años, se vivió una anécdota difícil de olvidar.
Una compañera tenía un amigo invidente que le llamó comunicándole que su mujer había roto aguas y que le ingresaban para una inducción al día siguiente. La matrona madrugó para hacerse cargo del parto y al llegar vio a su amigo en la sala de espera. Tras preguntarle como estaba su mujer, este le contó lo que le había pasado.
Parece que la señora pasó a la dilatación durante la noche al haber empezado con contracciones. En esos años solo se dejaba pasar al marido en el momento del nacimiento. Al poco de llegar a la dilatación le avisaron para que entrara, le facilitaron las calzas, bata y gorro, y le acompañaron a la cabecera de la mujer. Él se centró en dar ánimos, ofrecer palabras cariñosas, y esperar a que el bebé naciera.
La matrona observó que la mujer no respondía como era de esperar a todas las muestras que el marido le ofrecía, y le preguntaron que qué le pasaba, y por qué no hacia caso a su marido. Y ahí vino el desenlace. Ella dijo pausadamente que ese señor no era su marido, hecho que dejó estupefactas a todas las personas presentes. Cómo que no es tu marido? A lo que ella confirmó que no lo era.
El hombre salió del paritorio sin entender nada, y confirmando que realmente esa señora no era su mujer.
Tras pasar al marido correspondiente, le preguntaron a la señora que cómo era que no les había dicho nada. Ella dijo que al verle ciego, estar acompañado por el personal y dar ánimos tan bien, pensó que era alguien del personal que se dedicaba a eso.
En fin que no está de más confirmar siempre que el acompañante corresponde con la parturienta.
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